Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

Oct

31

[ es ] 10 Claves para comprender un contexto de confluencia


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El siguiente texto recoge y precisa las notas con las que realicé mi intervención de esta mañana en el debate organizado por Podem: Confluencias hacia el 27S. Se trata de diez claves con las que he intentado explicitar una hipótesis estratégica que avale la idea de una confluencia catalana con otros actores políticamente relevantes en el ámbito del desafío al régimen del 78. La idea, va de suyo, era abrir un debate, no darlo por zanjado con una intervención completa. Sin duda es mucho lo que se me queda en el teclado. Aquí os las dejo, no obstante, para seguir alimentando el debate y favorecer el empoderamiento a 50 días del cambio.

1.

Nuestro origen más inmediato está en la constatación de un hecho político: el 15M chocó con el régimen. Tras el ciclo de movilizaciones más intenso de las últimas décadas, el 20N se cerró la estructura de oportunidades a nivel estatal con la una victoria del PP por mayoría absoluta. Movilizarse había sido clave para cambiar las cosas (el estado de opinión, la pasividad generalizada, etc.), pero a todas luces no suficiente para frenar una maquinaria legislativa que proseguía su curso (todos recordamos a Rajoy confesando a micro abierto, que la reforma laboral conllevaba el coste de una huelga general).

Los recursos participativos del régimen (a la manera de la ILP de la PAH) se habían probado limitados, y no solo -aunque sí en primer lugar- por la intransigencia del gobierno. Si se quiería invertir la situación era preciso que buena parte de los esfuerzos activistas se dedicasen a intervenir en el terreno del gobierno representativo. En otras palabras: había que irrumpir en la arena electoral con candidaturas propias, liderazgos propios y voz propia.

2.

Hasta aquel momento, las viejas formaciones de izquierda habían sido reducidas a la subalternidad y su discurso no interpelaba a la sociedad. A lo sumo habían conseguido ejercer de Pepito Grillo, contentándose con gestionar una derrota histórica como crítica permanente, aunque impotente, a la hegemonía completa del PSOE sobre el tablero político. Era preciso recuperar el protagonismo ciudadano bajo nuevas formas. El 15M había apuntado las claves: un 99% debía ocupar la centralidad desbordando transversalmente el eje izquierda/derecha sobre el que, de facto, se articulaba la hegemonía del PSOE en no menor medida que la subalternidad de IU. Era preciso romper los tabús moralistas e ideológicos de la izquierda, abandonar la zona de confort de una derrota de márgenes menguantes; comprender, en fin, que la urgencia de nuestra realidad social, la de la gente corriente, no permitía ambivalencias.

3.

 

Las condiciones de lucha vienen dadas en nuestro país por una gobernanza multinivel, que se organiza desde el nivel municipal al europeo, pasando por el autonómico y el estatal. Las fisuras del régimen en la última legislatura se vinieron expresando de acuerdo a los marcos institucionales de cada convocatoria (al nivel de gobierno que podía ser objeto de la movilización). Los primeros en avanzarse fueron las CUP en las elecciones catalanas. Muchos no independentistas, conscientes de que lo que había en juego era una ruptura constituyente (y no un cierre constitucionalizador) siguieron la irónica consigna del artículo de Hibai Arbide: «porque no me representan, y no soy independentista, voy a votar a las CUP».

Llegaron luego las europeas  y fue Podemos quien dio la sorpresa contra todo pronóstico, ampliando las expectativas hasta lo impensable en la misma noche electoral. Pocos olvidarán el que a mi modo de ver ha sido el speech más acertado de Pablo Iglesias, ante un público entusiasmado que escuchaba una auténtica lección de Realpolitik. Al fin y al cabo, los de siempre habían ganado y al día siguiente continuarían el paro, la corrupción, los deshaucios y demás realidades de nuestro día a día. La ausencia completa de triunfalismo y la aspiración a cambiar de verdad las cosas desencadenó un frenético ascenso en las encuestas.

Más tarde en las municipales, emergieron por toda la geografía municipalismos fundados en las redes activistas locales. Quien lleve años ligados a los movimientos sociales no tendrá dificultades en reconocer en las candidaturas y las ciudades en que se produjo esta ola municipalista, la presencia de gentes que llevaban años defendiendo la gente desde la autonomía del movimiento. Los éxitos fueron sorprendentes como todo el mundo sabe. A partir del 24M se supo que ganar era posible y no una mera hipótesis. Más difícil se presentaron en aquel momento las autonómicas para las cuales Podemos apenas había dispuesto de tiempo y recursos. Con todo los parlamentos autonómicos cuentan hoy con una presencia fundamental que emprende día a día una tarea ímproba.

4.

En este asalto al gobierno representativo, las formaciones políticas se han ido revelando cada vez más como puramente contingentes a las configuraciones de las redes sociales y su capacidad de interpelar y movilizar. A diferencia de las viejas identidades de partido, que como las identidades futbolísticas, eran algo prácticamente inamovible, la proliferación de marcas experimentales, de logos, candidaturas, discursos, etc., ha sido la propia de un proceso constituyente. La creatividad del 15M mutó también en la arena electoral, provocando a cada convocatoria una nueva configuración y correlación de fuerzas entre los componentes sociales.

Quien algún día tenga tiempo y estudie la correlación entre la precariedad de las condiciones de vida y el comportamiento electoral, a buen seguro encontrará indicios reveladores de hasta qué punto una generación que solo ha conocido la precariedad existencial, el nomadismo, la intermitencia laboral, etc., estaba llamada a hacer saltar por los aires la vieja fidelidad de voto. Ahí queda la hipótesis para quien quiera confirmarla.

5.

La estrategia de Podemos fijada entre las europeas y Vista Alegre, pasaba por asumir el desgaste de un año largo de movilizaciones y renunciar a presentarse a las elecciones municipales (razones para esto último: evitar el riesgo de corruptelas, consolidar espacios organizativos, evitar el oportunismo, desincentivar el abuso de la «marca», etc.). Otros actores debían asumir el protagonismo electoral en los ayuntamientos. Aparecieron así, auspiciadas y/o favorecidas por Podemos, las primeras confluencias: Barcelona en Comú, Marea Atlántica, Por Cádiz Sí se Puede, Compostela Oberta, etc.

El terreno local era el ámbito ideal para ensayar alianzas forjadas sobre el terreno, basadas en la democracia directa, nacidas de la interacción no (tan) mediada por los grandes medios de masas como por la participación en los procesos recientes de movilización social. Si en algún ámbito de la gobernanza multinivel se podía avanzar desde la autonomía y con menor riesgo, ese era el municipal. Allí donde había una realidad de movilizaciones previa debía emerger un municipalismo fuerte. Y así fue.

6.

A partir de Vista Alegre, el proceso de subjetivación basado en la triangulación Líderes/Encuestas/Pueblo choca con la Realpolitik y el problema de la asignación de responsabilidades en órganos de dirección. Mientras Podemos consistió en un desbordamiento emocional, mientras progresó la ilusión nacida de la interacción con las encuestas y la identificación con el discurso de los portavoces televisivos, asistimos a un momento fundacional en toda regla. Pero cuando la concreción de las expectativas creadas hubo de plasmarse en reparto de responsabilidades, adjudicación de puestos en listas, etc., no pudo evitarse la escisión ni el descontento.

Tras el 31E, el régimen reaccionó y aprovechó esto para lanzar la marca blanca Ciudadanos que despegó, fundamentalmente, a costa del hundimiento del PP que no de Podemos. El efecto, sin embargo, fue duro: limitó el margen de Podemos, que perdió centralidad en el tablero y transversalidad en el eje que reparte el juego dentro del régimen: izquierda/derecha. Dicho eje se vio claramente reforzado al aparecer de nuevo el marco interpretativo del régimen: un bipartidismo alternativo al imperante; antes IU/UPyD, ahora Podemos/Ciudadanos. Con todo, esto no ha acabado de funcionar debido al despegue excesivo de Cs que sin duda está dañando al PSOE más de lo deseable para sostener este marco.

7.

La estrategia de Podremos, aunque no sin desgaste y la enmienda necesaria de la complejidad de fenómenos impensables en las elecciones europeas (¿se habría creído entonces alguien mínimamente sensato que se ganarían Barcelona y Madrid?), se ha demostrado acertada. Ciertamente no en los términos de una épica triunfalista, sin fallos, de ejecución perfecta. Pero es que tampoco esta épica formó parte en los inicios de Podemos. Se advirtió que se salía a ganar y que eso supondría errores; de bulto, incluso. Tal era el coste de una interpelación creíble, de la propia articulación de un proyecto ganador. Ganar supone ensayar, fallar, reintentar, encajar críticas (justificadas o delirantes) y seguir avanzando, aprendiendo, insistiendo.

8.

El cálculo, a pesar de todo, falló en parte al menos por una lectura en exceso centralista para lo que es el Estado de las autonomías. Acaso por haber tenido epicentro en Madrid (aun cuando no pocos dirigentes son inusualmente capaces de entender la cuestión nacional), acaso por haber arrancado con un reducido puñado de activistas (algo que me parece pesa más), acaso por pensarse estratégicamente con unas generales como objetivo (en un Estado unitario descentralizado), acaso por haber invocado la posibilidad de repensar España (cuya matriz identitaria sigue lastrada por la hegemonía postfranquista)… acaso por cien motivos más que podamos pensar, el hecho es que tras las elecciones municipales y autonómicas o más aún en el contexto de las elecciones catalanas, en el decurso de estos meses la expansión de Podemos encontró límites indudables a lo largo del territorio que sin duda se relacionan con las realidades políticas previamente existentes.

9.

Así las cosas, se hace preciso por todo ello rearticular una estrategia ganadora, que reempodere a la gente, modulando las asimetrías para con la propia realidad de la plurinacionalidad del Estado. Y más allá de los territorios acotados por las comunidades autónomas, para con las diversas realidades emergentes del municipalismo. Sería un error no ser capaces de detectar la importancia de las asimetrías nacionales, del mismo modo en que sería un error pensarse que una marca municipalista puede expandirse por igual en la transversalidad del territorio.

Sin ir más lejos, el municipalismo catalán tiene hoy una realidad que se articula en distintos espacios con diferentes marcas. Y si las CUP inciden en ciertos municipios mientras que BComú ha ganado en Barcelona, no es por casualidad. Una vez más, desde lo local a lo europeo, debemos saber leer y modular nuestro discurso a la complejidad de un sistema de gobernanza multinivel. La apuesta uniformizadora, simétrica, ajena a las exigencias de la política del reconocimiento no forman, por ello mismo, parte del ADN de la primera fuerza estatal con posibilidades de alcanzar el poder, que ha reconocido el derecho a decidir.

10.

Todo lo anterior, en fin, nos obliga a una confluencia que capitalice los éxitos logrados desde el reconocimiento de la diversidad y la complejidad de las luchas a todos los niveles del gobierno. Cada nivel se ha convertido en un vector capaz de desplegar marcas propias, de organizar redes diferentes, de argumentar discursivamente a su manera. A estos efectos, el primer paso para ganar ha de ser ceder con generosidad. No nos debe importar si uno va de primero o cuarto; nos debe importar la agregación virtuosa. La lección del 27S es clara: sumando mal, perdemos. La lección del 24M no lo es menos: sumando bien, ganamos. Si Podemos quiere seguir avanzando y traduciendo en realidades institucionales sus apuestas políticas, debe situarse en la complejidad de lo sucedido desde hace veinte meses.

No se trata de dejarse hegemonizar, ni de perder una «identidad» o una «marca» Podemos, sino de saber nosotros mismos donde se sitúa la frontera de la hegemonía. Estos días nos lo han puesto muy claro: PP, PSOE y Ciudadanos forman un frente; el frente del 78, del status quo institucional. Podemos y cuantos actores se están agregando estos días en su proyecto de candidatura ganadora, se presentan como la única opción de cambio real y efectivo en las elecciones generales. Incluso quienes aspiran legítimamente a dejar de formar parte de este país; saben perfectamente que solo un actor con capacidad de diálogo con todos los demás actores, sin fronteras de exclusión previa, puede ocupar la centralidad del tablero. Llegan al fin las elecciones para las que se lanzó Podemos. Hora es de darlo todo.