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[ es ] Confluencias y remontada
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Artículo publicado en el blog Espacio Público (10.12.2015)
De acuerdo a las últimas encuestas, las candidaturas de confluencia articuladas por Podemos en Catalunya, Galiza y País Valencià han supuesto el paso de Pablo Iglesias a tercer presidenciable, desbancando a Albert Rivera y situándose en el empate técnico con Pedro Sánchez. Por más que tardase en cuajar, el complicado proceso de negociaciones que siguió a las elecciones catalanas ha comenzado a dar sus frutos y en cosa de un mes Podemos se ha situado en condiciones de dar la vuelta al marcador. Es lo que las redes sociales identifican con el hashtag #remontada.
Con este avance Podemos ha mostrado una notoria capacidad de adaptación y superación de las dificultades con que tropezó en las autonómicas catalanas. Gracias a ello, las preguntas que hoy nos planteamos adquieren un valor político completamente diferente al que habrían tenido el 27S: ¿hasta dónde se puede llegar en la campaña electoral?, ¿qué impulsa esta recuperación?, ¿cuál es la parte en todo esto del régimen de 1978 y su solución particular de encaje territorial (el Estado de las autonomías)?, ¿qué lecciones se pueden extraer para la etapa política que inaugura la próxima legislatura?
Nos acercamos a las elecciones que pondrán fin al bipartidismo. El sistema de partidos tal y como lo hemos conocido no superará el 20D. El cambio social que progresa en el terreno de la sociedad no se corresponde ya con lo que dice la Constitución de 1978. La carta magna, y con ella todo el régimen político que articula, se ha quedado anticuada para traducir con representatividad suficiente lo que las urnas expresarán. Un bipartidismo agotado todavía mostrará cierta capacidad de resistencia en esos baluartes de la sobrerrepresentación que son las provincias pequeñas.
Con toda probabilidad, el 20D tendremos un resultado al que no faltará un cierto perfil grotesco. A saber: aquel que resulta de pasar una realidad social por el tamiz de una ley electoral cuya finalidad es bien distinta a la que expresa la voluntad popular. En el terreno de lo concreto, este desacompasamiento del régimen al cambio seguramente se convertirá, desde el primer día de legislatura en un acelerador del propio cambio en sí mismo. Y esto afectará, por demás, a todas aquellas líneas de escisión política donde la crisis del régimen se ha manifestado.
Pocas de entre todas estas, seguramente, hayan destacado tanto en los últimos años como el problema del encaje territorial del Estado y la cuestión de la plurinacionalidad. El incremento del independentismo en Catalunya no da lugar a dudas. Por eso para comprender la remontada en las encuestas de Podemos, es preciso relacionarla con su capacidad para haber leído el contexto plurinacional del Estado, en general, y postelectoral catalán, más en particular.
Entre los actos más destacados de Podemos en esta campaña hubo uno realizado simultáneamente desde cinco localizaciones distintas y a la par reveladoras (Madrid, Barcelona, Valencia, Compostela y Las Palmas). En dicho acto, destacadas figuras de la política emergente en cada lugar (Ada Colau y Xavier Domènech, Mònica Oltra, Xosé Manuel Beiras y Vicky Rosell) acompañaron a Pablo Iglesias en su propuesta de cambio constitucional. No es casual que estas figuras hayan surgido donde lo han hecho. Su explicación, por más que puedan concurrir otros factores, sin duda liga con el viejo problema de la relación entre la construcción estatal y nacional.
En este mitin plurinacional, inédito en las campañas electorales, no sólo era cuestión incluir una propuesta programática hasta ahora desconocida en una formación de ámbito estatal (el derecho a decidir, defendido por un Beiras en la mejor tradición galeguista). Se trataba, además, de demostrar que dicha apuesta cuenta con alianzas capaces de dar una respuesta sobre el terreno. Tanto es así que de acuerdo a no pocas encuestas ya, la confluencia catalana En Comú Podem puede convertirse el próximo domingo en la fuerza más votada, mientras que las mareas en Galiza y Compromís Podem en el País Valencià pueden llegar a ocupar el segundo lugar.
No es casual, el problema del encaje territorial y la cuestión de la plurinacionalidad no sólo se encuentren directamente ligados al agotamiento del régimen, sino que reflejan claramente el problema que ha dado sentido a Podemos: la crisis de la soberanía. Y es que Podemos nace para unas elecciones europeas y se propone, con el éxito entonces cosechado, el objetivo de ganar las generales. En el camino, sin embargo, las elecciones andaluzas, primero, las municipales y autonómicas, después, y las catalanas para acabar, hicieron recordar a Podemos que el régimen se rige por un modelo de gobernanza multinivel y que tras décadas de funcionamiento, mejor o peor, ha sedimentado realidades no sólo culturales, económicas o sociales, sino específicamente políticas.
Fenómenos como la dualidad de voto —tan evidente en el caso catalán— sin duda pasaron factura. Pero mayor habría sido ésta si no se hubiese mostrado capacidad de reacción y agilidad en los procesos. Sin duda estos habrían sido tanto más favorables si se hubiesen podido llevar a cabo con mayor celeridad.
No obstante, resulta evidente a día de hoy que las confluencias están mostrando su performatividad y apuntan a un futuro esperanzador para la resolución de una de las cuestiones clave irresueltas por la Transición. Después de todo, el poder constituyente siempre se presenta en política, allá donde más frágil ha sido su constitucionalización.
El Estado de las autonomías fue una exitosa solución transitoria. Pero transitoria. El cambio constitucional no puede por ello mismo dejar de abordar las cuentas pendientes de 1978 con el poder constituyente. Podemos parece haberlo entendido mejor que sus competidores. O eso parece que el domingo dirán los resultados.