Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

Oct

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Genealogía de un conflicto interminable


Artículo publicado originalmente por Cuarto Poder (22.10.2019)

Catalunya vive horas críticas. En función de cómo se desarrollen las próximas semanas y el resultado del 10N veremos como se declina el futuro hacia una solidificación del conflicto o hacia su resolución lenta y laboriosa. La genealogía de nuestro contexto histórico es de sobra conocida. Se remonta a la construcción del Estado nacional en España, desde 1812 en adelante. No es un problema nuevo, sino secular, que arrastramos desde los inicios de la modernidad. Pero se remite, en su fase actual, a la crisis del modelo instaurado con el Estado autonómico. En concreto, a la crisis que empieza a precipitarse en 2010, cuando la reforma estatutaria se cierra con una sentencia del Tribunal Constitucional que invalida 14 artículos del Estatut. De ahí en adelante, impulsado por una ola de movilización en ascenso, el independentismo da un salto cualitativo al incorporar Convergència i Unió a sus posiciones.

Con la mayoría absoluta de Rajoy el 20N de 2011, la situación se agrava. Si hasta ese momento CiU era útil a la formación de mayorías con el PSOE en Madrid y el PP lo era en Catalunya para CiU, a partir de entonces el apoyo convergent se vuelve prescindible para la mayoría absoluta de Rajoy. Con todo, el PP podía seguir influyendo sobre el juego de mayorías parlamentario justo cuando la crisis requería al neoliberalismo convergent la búsqueda de acuerdos. Mas interpreta entonces la Diada histórica de 2012 como una ventana de oportunidad para operar el giro hacia la independencia y contener el eventual ascenso de su principal competidor: Esquerra.

El error de Mas al adelantar dos años las elecciones en su búsqueda de una mayoría absoluta que contraponer a la del PP se convertirá para CiU en el principio del fin. Primero Convergència rompe con Unió y en 2012 cae de 62 a 50 diputados, viendo ascender 11 a Esquerra y entrar en el Parlament a la CUP con 3. En 2015, la cosa va a peor: Junts pel Sí lleva a Convergència a compartir con Esquerra los 62 escaños que había disfrutado en solitario un par de años antes. El catalanismo viraba a la izquierda y al independentismo sin por ello aumentar influencia (en total, dos escaños menos): Esquerra y CDC pierden 9 y la CUP, de la mano de la agudización de la crisis y la popular labor parlamentaria de David Fernàndez, subirá a 10 y se hará con la llave de la mayoría catalana.

A partir de ahí no hay marcha atrás. Comienza la carrera por liderar la movilización en las calles: contentar audiencias, redes sociales y organizaciones de la sociedad civil en un proceso de subjetivación que se va inflando como una burbuja. La independencia se llega a percibir por muchos como una opción factible, sin costes ni enfrentamiento duro con el Estado. La absoluta pasividad de Rajoy, convencido segurmente de que el conflicto catalán le servirá para articular su hegemonía en España, y de que los líderes independentistas no pueden ir en serio, desemboca en el 1 de Octubre, el 155 y las elecciones del 21D.

Estos tres momentos suponen para el independentismo un duro choque con la realidad de la correlación de fuerzas. No solo no habrá el Estado prometido. Una declaración de independencia unilateral, falta de toda fuerza de ley, obligará al Govern a repartirse entre la fuga y la cárcel. Rajoy ha conducido el régimen del 78 a su peor crisis institucional desde su instauración: la suspensión e intervención del autogobierno y un divorcio sin precedentes en la sociedad.

Desde el 20 de diciembre de 2015, no obstante, es en el Congreso donde la representación del régimen entra en crisis. El fin del bipartidismo, que las encuestas venían anunciando desde el 15M, se acaba concretando en la entrada de Podemos y Ciudadanos. Izquierda y derecha se fragmentan y los números dan para un cambio de gobierno en clave social, democrática y plurinacional. Podemos rechaza la posibilidad de investir a Pedro Sánchez y la legislatura resulta fallida. Rajoy sobrevive. Con la repetición de elecciones los números siguen permitiendo la moción de censura. Pero solo será en la segunda ocasión, cuando la presente el PSOE y no Podemos, que salga adelante.

Al final Rajoy cae y a derecha e izquierda se abre la cmpetición en una doble tentativa de sorpaso que, como vemos estos días, no solo ha logrado prosperar, sino que parece incluso haber habilitado el relanzamiento del bipartidismo. A pesar de todo, las sorpresas tampoco cesan. En un momento en que parecía que Ciudadanos lograba liderar la derecha y ganar, aparece Vox y reconfigura otra vez el campo de la derecha al dividirlo en tres. De manera semejante, cuando la última tentativa de investidura falla, aparece Más País interpelandoal electorado fgrustrado que se reparte entre el voto útil para frenar a Vox y la abstención,

Un dato que suele pasar desapercibido, pero no por ello es meno importante, es que el independentsimo dejó caer los prespuestos de la izquierda. En su lectura catalana un cierre así de legislatura ha tenido dos implicaciones: por un lado, produce el sorpasso de PSC y Esquerra a los comunes, que dejaron de ser el primer partido catalán en el congreso, y confirma el liderazgo de Esquerra.

De haber salido adelante la investiduera, Esquerra sería hoy un interlocutor influyente ante el primer ejecutivo bipartito de la historia democrática: PSOE/Podemos. El giro en el tono y estilo político de Gabriel Rufián mostró a las claras hasta qué punto se hacía cargo de esta nueva situación. Pero la investidura fallida provocó también que en el contexto de la sentencia los alineamientos políticos hayan comenzado a desmoronarse.

Los acontecimientos de la semana pasada llegan así en un momento decisivo. No puede ser de otro modo, al tratarse las elecciones de contextos óptimos para la acción colectiva (el propio 15M sería un buen ejemplo). A la vista de algunos hechos pasados estos días no parece que la situación que conocíamos se vaya a mantener y se apunta ya una tensión sustantiva. A un lado, la escisión estratégica en el independentismo entre partidarios de alguna modalidad de diálogo y partidarios de la resistencia en las calles. Al otro, la tensión en el bloque del 155 sometido a una doble presión: la respuesta reaccionaria de Vox y la irrupción de un tercer espacio con vocación de articular una amplia mayoría que encarna hoy Más País. El 10N ya nada será igual. Todo dependerá del resultado electoral.