Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

Jul

08

[ es ] El 15M fue un acontecimiento, no un «movimiento»


Se acaban de publicar los resultados de la #Encuesta15M2014 que señalan, con rotunda claridad, que cuatro de cada cinco encuestadxs creen «que el 15M se ha transformado en nuevos acontecimientos, acciones, proyectos o procesos». Este dato viene a poner de relieve un asunto que ha afectado mucho a la caracterización del 15M a todos los niveles (mediático, académico, político, etc.). No por nada, el 15M ha apareció, desapareció, reapareció, volvió a desaparecer…, y al final siempre ha estado ahí, como un punto de referencia, una escisión siempre proliferante, una potencia irreductible a cualquiera de sus efectuaciones concretas, una mutación en el ADN de la política de movimiento que todavía sigue ahí.

A la hora de calificar el 15M no fueron pocos, de hecho, los que se aprestaron a decir que era un «movimiento» en el sentido habitual que le es conferido a este término por la ciencia política liberal (una expresión disruptiva que expresa «protesta», sin por ello disponer de un «nomos» propio, siempre entendido como un momento de disenso inevitable en las sociedades pluralistas). Desde perspectivas nacidas en la propia política del movimiento (desde la Autonomía, si se prefiere) hablamos por el contrario de un acontecimiento capaz de cambiar el clima, de ruptura constituyente y de tantas otras cosas.

Así pues, lo que esta encuesta viene a poner de relieve (con todas las precauciones que se quieran y sin duda son necesarias), es que el 15M no ha sido un «movimiento social» en los parámetros de la politología liberal, sino el desbordamiento del régimen de 1978 por el poder constituyente. No es de sorprender que al acontecimiento hayan seguido mutaciones, experimentaciones, procesos inesperados, contingencias imprevisibles, incertidumbres creativas.

A pesar de las expresiones de pesimismo puntuales habidas en algunos momentos (por ejemplo, tras el cierre de la estructura de oportunidades a nivel estatal con la mayoría absoluta del PP) el movimiento ha proseguido su curso, sabiendo incidir donde tocaba, sin renunciar a combinar momentos de empoderamiento locales (Gamonal, Can Vies, etc.) y momentos de alta expresividad (mareas, 22M, etc.) con golpes electorales que incidan en favor propio sobre las estructuras del régimen.

No de otro modo se debería entender, al fin y al cabo, el apoyo que algunos dimos en su momento a la creación de Podemos, como tampoco el desafío de Guanyem Barcelona, más complicado, si cabe, por aspirar a incorporar la política de partido (ICV, CUP, Equo, etc.) en el movimiento de cara a conseguir en las instituciones un cambio de los equilibrios favorecedor de las estructuras de oportunidad que requiere el progreso de las instituciones del común. Aquí es donde, si todo va bien, tendremos que situar un horizonte próximo, un horizonte para el cual será preciso preparar dispositivos que lean, bloqueen y acaben con el oportunismo, el tecnocratismo, el cinismo y tantos otros -ismos que a estas alturas deberíamos conocer bien de lo que ha sido la Transición española.