Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

May

21

Nota 24 El cambio cultural y la política


A la vez que la Transición llegaba a su fin y avanzaba la consolidación democrática del régimen del 78 se produjo un fenómeno paradójico: por un lado, el fenómeno del Desencanto, que fue como se conoció a la decepción con el resultado del cambio de régimen. Particularmente acentuado entre quienes habían albergado la esperanza de un régimen político más democratizado, sin las concesiones realizadas al franquismo. Por el otro, estallaba la Movida, portadora de un cambio en los valores, mucho más liberal y acorde a los tiempos y el entorno geopolítico de las democracias europeas.

En la década de los años ochenta, bajo los gobiernos de Felipe González, la Movida opera con éxito como una cultura de la legitimación del cambio de régimen, toda vez que a un tiempo se mimetiza y desactiva la contracultura de la década precedente (sintomáticamente, mientras que la Movida tuvo epicentro en Madrid, la contracultura lo tuvo en Barcelona). En tanto que acontecimiento actualizador de las instituciones no dejó de comportar un cambio cultural exitoso y de no pocas implicaciones para un país que venía de una dictadura nacional-católica. Resultan difíciles de comprender fenómenos como la nueva extrema derecha española (de la que Vox sería su correlato en el sistema de partidos) sin atender a su componente profundamente reaccionaria.

El impacto de la cuestión de género

Si atendemos al cambio cultural y su traducción en producción legislativa y políticas públicas, la cuestión de género constituye un buen ejemplo de lo que ha sucedido (y está sucediendo en la actualidad) con el cambio cultural en España. Durante el franquismo, la moral nacional-católica, basada en la familia nuclear, el boom demográfico y la heteronormatividad, prefiguraba el marco cultural hegemónico desde el cual la dictadura articulaba el orden social. En los años sesenta, por efecto del Desarrollismo, por una parte, pero también del ejemplo europeo, presente en la sociedad española por el incremento acelerado de la comparación con un paradigma liberal que importaba el turismo (la difícil gestión de la doble moral, liberal para con el turista, nacional-católica para con la sociedad española), comenzó a abrir fisuras cada vez mayores entre las generaciones más jóvenes.

La década de la Transición, considerada en un sentido amplio desde 1973 (muerte de Carrero) hasta 1982 (triunfo electoral del PSOE), se convierte en un periodo de revuelta contracultural que retará el marco cultural del régimen. Son los años en que irrumpen los movimientos feministas (entendido aquí feminismo en un sentido tan amplio como para no solo incluir el movimiento en defensa de los derechos de las mujeres sino de todas las formas de vida afectivo-sexual oprimidas por el marco cultural nacional-católico). Sus éxitos son hoy la evidencia del cambio en el relato del cambio de régimen y consolidación de la democracia en España, así como su fragilidad actual.

En efecto, si atendemos a la trayectoria que dibujan leyes como la del divorcio, el aborto o el matrimonio homosexual, etc., no resulta difícil ver hasta qué punto la liberalización de la sociedad progresó con el cambio de régimen gracias a la institucionalización bajo un paradigma liberal de la cuestión de género; hasta el punto incluso, de ser uno de los primeros países en legalizar el matrimonio homosexual. En el sentido opuesto, no se puede entender la escisión que hoy divide la derecha española (cuyo correlato partidista sería la emergencia de Vox) sin atender a la manera en que el contramovimiento conservador ha logrado generar una reacción a las luchas feministas (movilizaciones del #8M, La Manada, etc.) dotándolo de un marco cultural propio («feminazis», «ideología de género», etc.) que aspira a revertir los cambios habidos desde la Transición.

Crisis de régimen y disputa de un nuevo marco cultural

Desde el 15M el marco cultural del régimen ha entrado en crisis. Primero por su «izquierda», con traducción en el ámbito del gobierno representativo con la emergencia de la «nueva política». Durante la última década el progreso de los feminismos ha sido tal que difícilmente nadie podía salirse del consenso feminista. Al punto de que acuerdos como el pacto de Estado sobre la violencia de género únicamente fueron cuestionados por argumentos feministas herederos del 15M, que denunciaban la dotación insuficiente de recursos.

Sin embargo, la irrupción de Vox no es ajena a una reacción larvada hasta entonces en los sectores más conservadores y tradicionalistas de la sociedad española. En un recurso a la estrategia comunicativa reaccionaria importada por el consejero de Donald Trump, Steve Banon, y la alt-right norteamericana, la formación de Santiago Abascal se ha impulsado en explotar un cuestionamiento explícito de las asunciones básicas compartidas desde la liberalidad del régimen del 78. Desde ahí se ha procurado un éxito incuestionable al reactivar el viejo marco nacional-católico o para el caso, lo que se conoce desde el Frame Analysis como resonancia de marco (cuando el discurso de un actor político se hace eco en los marcos culturales previos existentes en la sociedad). Aunque la cuestión de la migración y otras han sido elementos constitutivos de su discurso, seguramente ha sido la potencia reciente exhibida en las calles por las luchas feministas lo que ha sido el principal motor de la emergencia del partido reaccionario.