Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

Ene

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[ es ] La casa por el tejado


Artículo publicado por Diagonal, nº 94, 22 de enero de 2009

Con la presentación del manifiesto Por una candidatura anticapitalista en las elecciones europeas de 2009, Izquierda Anticapitalista (IA), la organización neotrotskista nacida del malogrado Espacio Alternativo, ha decidido presentarse a las europeas. En general, siempre es saludable que haya un abanico lo más amplio posible de opciones (no necesariamente alternativas) donde elegir. Dado, además, el panorama de IU hoy, tras lustros de cainismo y su esperpéntica asamblea, no parece mala cosa que su espacio electoral pueda dejar de ser monopolizado por la IU del PCE.

Para quienes no pensamos que la participación en el movimiento sea incompatible con la disposición de un ‘interfaz representativo’ –alguna modalidad de plataforma electoral presente en las instituciones representativas bajo ciertas condiciones organizativas internas y políticas de alianzas predefinidas–, el fracaso de IU en constituirse como tal interfaz debería conducir a nuevas fórmulas por parte de los activistas (que no de los ‘políticos’) a fin de ofrecer una alternativa viable. En este terreno, claro está, nadie tiene la fórmula mágica, por lo que firmar y apoyar la opción de IA no deja de ser un sano ejercicio democrático. Ello no obsta para que, aprovechando la ocasión, hagamos valer nuestras discrepancias.

Discurso: un paso atrás

A nadie se le debería escapar que cambiar Espacio Alternativo por Izquierda Anticapitalista es un sintomático paso atrás en lo discursivo. Allí donde el primero se enunciaba como voluntad de repensar la gramática política de las organizaciones radicales de los ‘70 y ‘80, la segunda se repliega sobre dos conceptos heurística, categorial y políticamente inoperantes. Al igual que el psicoanálisis es incapaz de pensar fuera del yo, el padre o el Edipo, cualquier organización que se construya sobre la identidad ‘izquierda anticapitalista’ se autolimita al universo categorial del gobierno representativo y el capital.

A diferencia de otros conceptos históricamente útiles como partido, militante, masas, etc., izquierda no es más que un espacio de la representación política carente de unos contenidos específicos: izquierda sólo es lo que no es derecha. Asimismo, anticapitalista nos limita en el mejor de los casos a un momento negativo de la dialéctica, la cual, incapaz de liberarse de la trascendencia, frustra toda posibilidad de emancipación (inmanente por definición).

IA sigue anclada, pues, en la discursividad de la dialéctica y en la voluntad de organizar un contrapoder hegemónico que alcance a resolver la reductio ad unum allí donde el movimiento pueda lograr la escisión (sin salir del manifiesto programático de IA: “pueblos” o “sectores populares” y no multitudes, “criterios unitarios” o “convergencias” y no diversidad o política del reconocimiento, etc.). Al igual que cualquier otra variante del leninismo sesentayochista, se confía en alimentarse del movimiento, generando una representación exógena al mismo que se erija, empero, en su dirección política. Va de suyo que en el marco organizativo postfordista (descentrado, reticular, fluido…) esta fórmula está abocada al fracaso (y para ejemplos, la estructura de las revueltas sociales de lo que va de siglo, de la banlieue francesa a Grecia).

Contenidos: más de lo de siempre

A raíz de lo anterior, no sorprende que los ejes programáticos (de momento en borrador), sigan siendo deudores de una foto fija del siglo pasado. En el terreno de los contenidos concretos, por ejemplo, no se cuestiona el productivismo capitalista desde el horizonte del decrecimiento. Se habla, sin embargo, de “sostenibilidad” y de “cambio productivo” como si estas palabras resolviesen algo por sí solas. Tampoco hay un rechazo al régimen salarial y una apuesta por la renta básica, proponiéndose, por demás, una suerte de nacionalismo económico como única alternativa a la globalización. De la inmaterialización del trabajo, la descentralización de los procesos productivos, etc., mejor ni hablamos.

Pero si en el terreno de la crítica de la economía política no se abren grandes expectativas (ya que de ecología política, strictu senso, no se podría hablar), en otras líneas programáticas tampoco se avanza gran cosa. La cuestión nacional se comprende únicamente en la clave del derecho a la autodeterminación de los pueblos, escapando por completo a los cambios fundamentales en el terreno del derecho a decidir y la democracia directa. El problema de la estructura del Estado ni existe y la crisis de la soberanía, el Estado de excepción o la globalización siguen siendo pensadas en términos del Estado nacional y la crítica del imperialismo, como si no hubiese pasado nada desde 1989.

Por lo que hace a la dimensión afectivo- sexual, no parece que el impacto de la teoría queer y la deconstrucción del género hayan hecho mella en el ideario neotrotskista. La pragmática de su discurso sigue siendo inequívocamente heteronormativa. La violencia de género no se piensa desde el género como violencia, y la crítica del binarismo, reiterándose las viejas fórmulas de un feminismo ideológico y de apoyo externo a subjetividades que deberían, empero, ser protagónicas. Al igual que pasa con otras subjetividades antagonistas como los migrantes, la pragmática del discurso sigue moviéndose en la centralidad del varón, adulto, asalariado, nacional, etc.

Éstas son apenas algunas puntualizaciones destacadas en un breve repaso, pero habría mucho más que decir. La propuesta dista mucho de ofrecer auténticas alternativas, limitándose, por lo general, a identificarse con algunas luchas actuales, adoptando posiciones algo más izquierdistas que las de IU.

Estrategia: la casa por el tejado

Pero al margen de lo anterior, si algo ha pensado mal IA, ha sido su estrategia. La ruptura con IU llega tarde, con el movimiento a la baja y justo en la convocatoria menos oportuna para construir un proyecto creíble al medio plazo. A diferencia de las candidaturas municipalistas, IA ha preferido empezar por el tejado, pensando en clave jacobino-blanquista- leninista-trotskista-besancenotista, esto es, en términos de conquista de un poder central desde otro poder central a partir de una concepción acumulativa y funcionalista del poder. Va de suyo que, dada la fragilidad de IA, este discurso sólo se mantiene a nivel de la pragmática, explicitándose tácticamente en las más razonables palabras de la alternativa que no existe y se quiere contribuir a construir, aun cuando la candidatura no se ha construido como un proceso abierto y negociado, sino como golpe de efecto táctico.

No sorprende, pues, que IA no oculte su admiración por la LCR y su IU particular, el NPA. El problema, no obstante, es que IA no ha pensado en que dicho modelo es inviable en el Estado español por múltiples razones (estructura del Estado, configuración de la opinión, cuestión nacional…). Besancenot y el mundo de la LCR, de hecho, son algo inexistente que sólo opera como un exterior constitutivo en su imaginario y no en nuestra realidad política. En suma, IA es un síntoma, no una solución a la crisis política de nuestros días.