Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

May

19

[ es ] Ironía helénica


     Ironía helénica en Wall Street
La ironía es la tonalidad emotiva del débil frente al poderoso. En otra parte hemos insistido en ello y es un tema que se debería desarrollar más en las redes activistas. El caso es que el tema de la ironía viene muy al caso, ya que frente al dramatismo de la situación en que nos quieren poner los medios, acaso sea esta la única manera en que podamos salir adelante.

A nadie sorprende que, cuando se nos «informa» sobre cuanto sucede en Grecia (cuando se da forma en nuestro cerebro a ciertos imaginarios sobre lo que allí pasa), se nos presente la cosa como un terrible drama entre (1) aceptar las imposiciones de la pérfida Alemania y sus sicarios europeos y (2) descender a los infiernos más dantescos. Si no se aceptan las condiciones de la UE, el país mediterráneo será una sociedad abocada al caos, la anarquía y la destrucción. Una tragedia (aunque neoliberal, no griega).

No entraremos ahora a responder (no se lo merecen) a quienes -como decía Badiou- sólo llaman caos al orden que no comprenden. Tampoco recordaremos que, como decía el anarquismo ibérico de los años treinta, «la anarquía es orden sin autoridad». Y tampoco insistiremos, en fin, en que la auténtica destrucción no es la de los escaparates que arden, sino la de las vidas que se están arrasando con las políticas neoliberales. Hay dramas que son falsos y sólo responden, como en las obras de Ibsen, a la mentira vital sobre la que los reaccionarios fundan sus existencias. 

Nos gustaría, por el contrario, responder a la tragedia mediática neoliberal con el siguiente chiste que el otro día contaba una política helénica:

Un hombre endeudado no podía dormir. No paraba de dar vueltas en la cama y de tanto moverse acabó despertanto a su mujer.

– «¿Qué te pasa que no puedes dormir?», preguntó ella. El marido le explicó que no podía pagar las deudas que tenía contraídas con su vecino y que por eso no podía dormir.

Al escuchar esta explicación y comprender el motivo de angustia de su marido, la mujer se levantó de la cama, abrió la ventana y gritó al vecino:

– «¡Fulano! ¡Mi marido tiene deudas contigo, pero no podemos pagarte!» 

Atónito por la imprevista reacción, el marido le preguntó por qué había hecho eso. A lo que la mujer respondió:

– «Ahora es él quien no podrá dormir».

El chiste permite extraer lecciones políticas mucho más interesantes de lo que puede parecer a simple vista. En esta broma, se condensan, de hecho, además del tema ya mencionado de la ironía, una lección fundamental sobre federalismo y otra, si acaso no muy lejana a este de la cosa federal, sobre el cambio actual que se opera en la estructura de la soberanía. Vayamos por partes.

Contra el miedo, coraje irónico

El indudable mérito político de la mujer del chiste es hacer que el miedo, materia prima de la soberanía moderna, cambie de bando. Gracias al valor de gritar al vecino que no se puede pagar la deuda, lleva a cabo el que Ferdinand Lasalle calificaba de hecho más revolucionario: decir las cosas como son. La denuncia es tanto más poderosa cuanto más irónica se hace, ya que la ironía dice verdad sin abocar a la destrucción del otro; tan sólo conteniéndolo, petrificándolo con la mirada, a la manera de Medusa. 

No resulta difícil imaginar lo petrificado que se pudo haber quedado el vecino al saber que jamás cobraría su deuda. Y es que en esta historia, la ironía es lo que nos permite ver como el miedo cambia de bando; como deja de estar en la cama del matrimonio, para pasar a la cama del vecino. No puede ser de otro modo, ya que el miedo nace de la interacción y si no queremos que nos gobierne, debemos mantenerlo al margen, fuera de nosotros, en las filas de quien nos lo quiere infligir.

No hace falta leer a Hobbes para comprender esto: basta con que saques a pasar a tu simbionte/perro (si es que tienes; pero si no es así, puede valer el del vecino) y observes el coraje con el que un bichón maltés puede llegar a ladrar a un gran danés. La cosa tiene una explicación sencilla: todo organismo sano sabe que, con absoluta independencia de sus fuerzas (nadie apostaría, de entrada, por la victoria del bichón maltes en una lucha a muerte), la batalla por la supervivencia comienza por evitar la intimidación. 

Incluso en el combate más desproporcionado (pongamos por caso, la multitud contra la policía el 27M) nunca sabemos que puede pasar, qué contingencia puede venir en nuestra ayuda (como de hecho sucedió). De lo que podemos estar segurxs, sin embargo, es que quien se deja intimidar, ya ha perdido. Este coraje de encontrar en unx mismx la fuerza para no dejarse intimidad es anterior a toda reflexión: es puramente zoepolítico y, como tal, una fuerza motriz fundamental en la emancipación.

Una lección de federalismo

Volvamos al chiste y a su lectura en perspectiva helénico-europea. A poco que se entienda el carácter federal del devenir europeo, su necesario carácter constituyente y hasta qué punto en las próximas elecciones griegas nos la estamos jugando todxs lxs europexs, se ha de reconocer que es en Grecia (y no en Francia) donde se dirime hoy la estructura de la soberanía postmoderna y, en consecuencia, las opciones reales de futuro de ese complejo entramado de acuerdos «federaloides» que es la UE y que se ha constituido, por lo de ahora, como un mando cleptocrático neoliberal que destruye el sueño europeísta.

Tras el fracaso por llevar adelante un auténtico proceso constituyente con la (no) aprobación del TCE, la UE se configura hoy en una deriva cleptocrática neoliberal que no parece tener otro freno que el que le puedan acabar poniendo las movilizaciones en el sur de la Unión y en Grecia, más en particular. Sin embargo, desde una perspectiva federal, el problema es reversible tal y como se puede deducir del chiste helénico.

Los acreedores de Grecia y las autoridades europeas, con Schulz a la cabeza, amenazan con expulsar al país del euro y exponerlo a la fragilidad del Estado nacional en un mundo global. Al mismo tiempo, no obstante, se produce un dilema imposible: si se devuelve Grecia al marco del Estado nacional y éste se niega a pagar la deuda, quien más quien menos sale perdiendo y, muy probablemente, no fuese Grecia quien más tuviese que perder. 

La estructura de la soberanía más allá del Estado nacional

Llegados a este punto es donde la cosa se pone interesante en términos federales, ya que la estructura de la soberanía postmoderna se desvela aquí en la propia irreductibilidad de un mando que (1) no puede definirse ya como «poder sobre» más allá de cierto punto (no en cualquier caso en términos absolutos, a la manera del soberano moderno) y que, al mismo tiempo, por configurarse como equilibrio injusto de un «poder con» -asimétrico y parcialmente federal-, pero constuido en esta misma irreductibilidad, (2) se abre al escenario de una recomposición de equilibrios en la definición de las propias reglas de juego.

Así las cosas, un gobierno dispuesto a romper los vínculos federalizantes (uno no dispuesto a dejarse intimidar) es el único realmente en condiciones de poder desbloquear la situación para salir de la crisis. El «bichón helénico» puede así plantar cara al «gran teutón» y abrir un escenario donde el grito de ayuda y la doble invocatoria a la multitud y al resto de integrantes de la UE, se traduzca en la apertura de una auténtica constituyente europea. Hora es de que el vecino rico pase las noches en vela. Esperemos que Syriza conquiste esta alegría y reinicie la historia de la democratización europea allí donde comenzó.