En uno de esos preciados ratos de lectura que uno acaba sustrayendo al mando, he dado con la obra de Jim Dodge, Stone Junction. Desde las primeras páginas, promete. Leo los pasajes iniciales sobre la historia de Annalee y me da por situarme mentalmente en la frontera interior americana; ese área liminar del soberano yankee en busca de su permanente expansión colonizadora, hacia el interior cuando ya no hacia afuera. Asociaciones de la mente, la lectura de este comienzo me evoca imágenes de Winter’s Bone.
Y leyendo me encuentro estas palabras:
«–Forajidos’ -puntualizó Smiling Jack-. No ‘delincuentes’: ‘forajidos’. Mi amigo Volta dice que hay una diferencia importante. Los forajidos sólo hacen el mal cuando creen que está bien; los delincuentes sólo creen que hacen el bien cuando hacen el mal. »
La reflexión me gusta y no me resisto a la vieja manía de consultar el diccionario cuando una reflexión conceptual me atrae. Busco «forajido» y leo:
«forajido, da. (Contracc. de fuera exido, salido afuera). 1. adj. Dicho de una persona: Delincuente que anda fuera de poblado, huyendo de la justicia. U. t. c. s. 2. adj. desus. Dicho de un hombre: Que vive desterrado o extrañado de su patria o casa. »
Desconocía la segunda acepción y de la primera, de hecho, sólo partía de la mitad final del enunciado: forajido siempre ha sido para mí aquel que huye de la ley, a la manera, muy especialmente, de los forajidos de Western. Me encuentro, sin embargo, con la segunda acepción, con ese «andar fuera de poblado», con la noción de la extraterritorialidad; y se me viene a las mientes la imagen del soberano como un poder persecutor.
Pero lo que es más inquietante y a la par interesante de la definición académica, si la consideramos en su doble acepción: la ruptura con la territorialidad es anterior incluso a la violación de la ley. El auténtico problema del soberano no es tanto el de la observancia de la ley cuanto el de la sujeción al territorio. Al delincuente se le indulta, al que vive desterrado o extrañado de su patria o casa, se le persigue, se le inventa por ello mismo, incluso, la ley que lo deja fuera de la ley, antes de que el poder soberano pudiese haber instituido su mando, antes de que la ley fuera ley, como donde no hubo una territorialidad, sino pura vida.
Y así me descubro, en fin, forajido.