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[ es ] Ganar en común
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Publicado en Diagonal, núm. 251
El éxito de la hipótesis de Podemos –verificada con todos los pros y contras que se quiera y en la amplitud del pluralismo que le es propio– ha incentivado otras hipótesis de intervención por la ruptura constituyente que se venían fraguando antes incluso de su propia existencia. Vaya por delante que esto no debería ser considerado en modo alguno algo negativo, sino todo lo contrario: es todo un síntoma de la emergencia del poder constituyente.
En ocasiones las hipótesis alternativas han sido formuladas al margen de Podemos o en competición directa con él. Tal sería el caso de las CUP, herederas de un municipalismo que ya venía de antiguo. En otras ocasiones, sin embargo, la formulación de la hipótesis se propugnó de forma transversal e incorporó a Podemos a su ecuación particular. Tal fue el caso, sin ir más lejos, de la candidatura encabezada por Ada Colau: Barcelona en Comú.
Pero si proyectos como las CUP o Barcelona en Comú surgieron al margen de Podemos y bajo distintas modalidades de interacción con esta formación, otros proyectos que lo intentaron fracasaron notoriamente en el intento –Equo, Partido X, Partido Pirata, etc.–. Las variables explicativas sin duda son muy numerosas, pero bastarían las cuatro siguientes para avanzar un pronóstico sobre las concurrencias futuras: la composición social de los proyectos, la interpelación discursiva subsiguiente al conjunto de la ciudadanía, el momento del ciclo de movilizaciones en que aparecen y competir en elecciones a un mismo nivel de gobierno.
De un modo u otro estas cuatro variables vienen a conjugarse fatídicamente en el caso de Ahora en Común: en primer lugar, si algo caracterizó el desbordamiento que Podemos fue en sí mismo –y sigue siendo–, de principio a fin, una composición social completamente diferente a la que ha caracterizado las redes activistas que impulsan el proyecto Ahora en Común. La archiconocida acusación de “populismo” y otras de sus derivadas más habituales –autoritarismo, personalismo, etc.– no cambia el hecho básico de que la composición social que ha logrado articular Podemos supera con mucho la de quienes proponen su enmienda.
En segundo lugar, es un hecho más que conocido que la interpelación discursiva de Podemos a la ciudadanía se ha fundado en un uso táctico de los grandes medios de comunicación de masas, y muy especialmente en el recurso a las tertulias de televisión. El target comunicativo ha sido, por lo tanto, un público infinitamente más amplio que el que facilitan algunos medios. Y lo que es peor, la ausencia de una voz propia y el peso excesivo de la mediación se traducen en una subalternidad de los intereses de los medios de que se sirven –pocos ejemplos mejores que los usos que ofrece El País, para darse cuenta de la nula capacidad disruptiva del discurso, inversamente proporcional al ruido generado–.
En tercer lugar, Podemos acertó con el momento político mientras que sus detractores o bien llegaron demasiado pronto o llegan ya demasiado tarde. El desbordamiento se produjo por una conjunción de factores irrepetibles. Y es que el manifiesto Mover ficha y el paso adelante de Pablo Iglesias fue un gesto único en el momento oportuno. Quienes ahora interpelan básicamente a parte de una audiencia generada por Podemos sólo pueden seguir su estela hasta que una nueva estructura de oportunidades modifique las condiciones de posibilidad con las que producir un nuevo gesto.
Por último, pero no menos importante, Podemos advirtió en la noche electoral de las europeas que su objetivo era ganar las elecciones generales de 2015. Desde entonces, toda su estrategia se ha subordinado a ese solo objetivo. En la práctica esto ha ido reforzando la consistencia de su línea política. En otros casos ha sido la propia agenda electoral del régimen y sus medios la que ha marcado los ritmos, incentivando unas apuestas u otras según la sucesión de contextos y diluyendo, con ello, la coherencia que requiere el momento.
Así las cosas, no parece que el panorama actual ofrezca opciones mejores ni mejoradas de la que Podemos ofrece para las próximas generales. Bien estaría, visto lo visto, que las aportaciones, sin duda valiosas y necesarias, se realizasen al menos desde la lealtad al objetivo de la derrota del régimen del 78 y la ruptura constituyente. Sin ésta, el riesgo de agotar la única opción hoy por hoy plausible será el de la pérdida de una oportunidad histórica. Habrá otras, pero ésta es a por la que hemos venido
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