Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

Ene

19

[ es ] Las CUP y Podemos


Hemos asistido estos días a un último episodio del teatro que se tiene montado la esquerrovergència mientras prosigue adelante con su particular austericidio del pueblo catalán. Estos patriotas de hojalata que mientras agitan banderas implementan los mismos recortes que cercenan las bases materiales de una soberanía catalana efectiva, siguen queriendo hacernos creer que en un mundo globalizado todavía existe una hermosísima zanahoria que lleva por nombre Estado-nación integrado en la UE. 

No son pocos quienes pican en este viejo truco, igual que no fueron pocos quienes creyeron que el PP, aunque de derechas, generaría empleo y mejoraría la situación. A la vista de que hay que estirar el culebrón tanto como sea posible (solo así se podrán implementar todos los recortes necesarios), la esquerrovergència busca reconocimiento del Estado ante la más que previsible implosión de todo este tinglado contra el muro de la legalidad constitucional española, igual que otrora sucedió al Estatut. 

Por suerte, lxs diputadxs de las CUP han tenido a bien recordar en este contexto que la libertad no se pide, se conquista luchando; desde la autonomía de la escisión con el mando, en la desobediencia civil al poder de la deudocracia. Queda por ver ahora, eso sí, que CUP sepa ir más allá de sus fronteras identitarias y demuestre que sabe comprender que no solo vivimos en los Països Catalans, sino que, además, estos están inscritos en un sistema de gobierno multinivel que requiere de alianzas tácticas puntuales más allá de la Franja de Ponent. Esta es, en rigor, la única paradiplomacia catalana posible en las condiciones actuales y por eso sería de desear que se fuese abriendo un debate estratégico de cara a las europeas que dialogase con Podemos. 

El eje democrático y el derecho a decidir

Nada hay de malo en considerar desde las CUP la opción táctica que ofrece Podemos. A su manera, Podemos participa de un eje común de luchas que antes que esta iniciativa han desarrollado ya las propias CUP en el Principat: la recuperación del derecho a decidir desde el avance de la democratización. Y por tal, me refiero a un derecho que no solo ha sustraído históricamente a las instituciones catalanas el Estado español, sino que, desde tiempos mucho más recientes, está siendo sustraído también a las instituciones españolas por un mando capitalista global integrado. Me refiero, va de suyo, al derecho a decidir, al derecho a ejercer como un auténtico demos, algo en lo que la experiencia de las naciones sin Estado tiene mucho que decir a los últimos en llegar al club: lxs españolxs.

Bajo la gobernanza neoliberal, los Estados nacionales se han convertido en grandes maquinarias al servicio de los mercados; instrumentos de la extorsión de los pueblos. En la Europa del sur lo sabemos bien. Ante unas elecciones europeas no deberíamos perder de vista, por esto mismo, que el sistema de gobierno bajo el que vivimos tiene una dimensión europea y, como tal, debe ser planteada toda alternativa. En lo concreto, esto significa que el distrito en que toca dar la batalla por la democratización ahora es la circunscripción española del sistema europeo. Guste que no, pues no se está en condiciones de definir otro distrito electoral.

Aceptar el desafío

No se trata ahora, va de suyo, que CUP apueste ahora por la figura de Pablo Iglesias Turrión, aunque no hace mucho tuve ocasión de participar junto al tertuliano madrileño en un debate organizado por la CUP y puedo dar fe que no pocxs en la esquerra independentista se sentían cómodxs con sus argumentos. De hecho, de acuerdo con el planteamiento de Podemos, CUP bien podría presentar una candidatura alternativa al propio Pablo; alguien que legítimamente encarnase una propuesta distinta. O bien podría no presentar una candidatura propia y sencillamente apoyar otra que se presentase. 

Poco importa, pues lo único que cuenta aquí se llama democracia y solo en ella puede radicarse de manera efectiva y no retórica (como en la farsa esquerrovergent) el derecho a decidir. Con las 50.000 firmas conseguidas por Podemos se cumple un primer requisito imprescindible: la despersonalización del gesto del notable Pablo Iglesias y el inicio de una campaña de acción colectiva por la recuperación del derecho a decidir que, con todas las asimetrías que se quieran (que no son pocas y tendremos que resolver también a nivel de la opresión española), ha sido sustraído a la multitud de pueblos de Europa, por la cleptocracia y los mercados. 

La disyuntiva de las CUP

Con la presentación de Podemos, las CUP disponen ahora de la oportunidad de decidir entre dos opciones. Por un lado, pueden entrar en una deriva hacia la subalternidad respecto a la farsa pseudoindependentista esquerrovergent llamada a implosionar antes que después. En este caso su opción es clara: votar a Josep Maria Terricabras, el notable propuesto por Esquerra para la ocasión. Es una opción, no hace falta decirlo, que subsume la política de movimiento (catalanismo) en el partido (Esquerra) y esta al servicio de un notable (Terricabras).

Por otro lado, las CUP pueden demostrar que su relación con la democratización no es flor de un día, ni que su opción es una marca de consumo político meramente identitario. En este caso la opción es clara y requiere de la comprensión del complejo sistema de gobernanza multinivel bajo el que vivimos; requiere pensar más allá de los maniqueísmos impolíticos de la dialéctica schmittiana del amigo/enemigo y empezar a pensar que si estamos en Europa (y tanto más si queremos seguir estando en la Europa democrática) es preciso ir tejiendo desde ya las complicidades y solidaridades sin las que no hay liberación nacional posible. Pensar así es pensar de manera simbiótica, abajo y a la izquierda; es pensar de manera inteligente,  compleja y constituyente la coyuntura europea actual.

Con esta segunda opción no hay un candidato prefigurado como lo ha sido ya el notable de partido, Terricabras, sino que tenemos, por ahora, otro notable, de movimiento, que se llama Pablo Iglesias. Este es el valor de su gesto. Un gesto que no impide elegir otra candidatura, un gesto que no presenta como opción cerrada la delegación del voto a una representación. Si las CUP se toman en serio a sí mismas deberían hacer una apuesta valiente, dar un paso adelante en este sentido, tanto si es para apoyar la candidatura del madrileño como otra candidatura. Este es el camino de la democracia real, el resto milongas identitarias.