Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

Abr

08

Gesto civil de ruptura subjetiva


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( versión 0.1 – 25.04.2022 )

Hace tiempo que es hora de un gesto civil de ruptura subjetiva. Al decir civil me refiero a un gesto fuera del Estado. Al decir ruptura subjetiva me refiero también a la política de partidos, a situarnos fuera de sus cauces institucionales, de su institucionalidad misma. El 15M fue un gesto así.

Pienso en aquel gesto que fue negarse en su día a salir de la plaza tras la manifestación del 15M. Pienso otros gestos, quizá menos conocidos, pero igual de importantes. Me refiero a gestos como el de Rosa Parks y otras menos conocidas antes que ella (Claudette Colvin, Irene Morgan y mucho antes Ida B. Wells). El gesto no siempre sale a la primera. Debe ensayarse una y otra vez… hasta que sale. Porque siempre acaba saliendo.

Creo que quienes nunca han estado en partidos o ya no estamos ninguno; quienes no nos identificamos con su deriva, aunque podamos simpatizar con este o aquel, estamos abocados a encontrar un espacio de politización democrática de la vida pública al margen, que restituya relaciones en y desde el mundo de la vida cotidiana.

No me refiero –por más que me parece vital que se apoye– al terreno activista de los movimientos; eso que a veces se llama «sociedad civil organizada». Hablo de algo más elemental todavía, más básico, más cercano. Pienso en un territorio del vivir más inmediato, donde reinan las emociones sinceras; un territorio de las necesidades materiales, efectivas. Allí donde ciertamente casi nunca llegan los partidos, pero donde el activismo también encuentra sus límites: ¿quien tiene tiempo?, ¿quien dispone de recursos? …

Que el 15M no fue Podemos es algo que dijimos incluso quienes, como yo mismo, promovimos manifiestos como Mover Ficha o Guanyem Barcelona. Aquel salto era necesario. Sirvió para acabar con el bipartidismo, con la mayoría absoluta del PP, para ganar gobiernos municipalistas y mucho más. Pero también lo era para poner en marcha la experimentación de otra institucionalidad. Algunxs al menos buscábamos profundizar en la democracia, no convertirnos en políticxs.

Y en esto tenemos que ser honestos. Reconozcámoslo y avancemos: en gran medida fallamos en la efectuación de toda la potencia del 15M como gesto al que, sin embargo, tanto nos gusta apelar. Si hoy hemos regresado a niveles de desconexión entre gente y política tan próximos a los de 2011, no es porque nos falten necesidad y ganas de repolitizar la situación. Faltan gestos que activen procesos; procesos que originen espacios; espacios que empoderen a la gente corriente en la adversidad y dureza del presente.

Ya casi hemos dejado atrás la pandemia, pero incluso entonces fuimos capaces de encontrarnos desde ventanas y balcones. Sabemos que seguimos ahí. Como también sabemos que, para lo esencial, el Estado nos está fallando; que han sido las familias, las amistades, el vecindario… quien ha venido en nuestro apoyo; no el gobierno, los gobiernos, a cualquier nivel del Estado.

Y me refiero, insistiré, a lo esencial: la casa, los suministros básicos, la educación, la salud. No digo que no hagan cosas. Tampoco que no lo hagan mejor que otros. Digo que no han hecho, ni hacen, lo que toca: lo suficiente. No lo que les legitima ante el poder mediático, sino ante la gente en el límite de lo soportable.

Por desgracia, el Estado de bienestar es hoy mucho más un entramado de mecanismos que busca legitimar procesos de legitimación con apariencia de welfare. No hay redistribución efectiva, solo el gesto mínimo para poder entretener la sociedad del espectáculo. Quizá siempre haya sido así. Pero no en este grado. Basta con ver cómo se están lucrando las grandes empresas mientras la inflación sustrae a las familias sus últimos recursos para lo esencial. Insisto: lo esencial.

Ahora que pasa la pandemia nos arrastran a una guerra. El neoliberalismo se está haciendo necroliberalismo, como escribía el otro día. La carestía de la vida va en aumento, pero nadie toca un pelo a las grandes empresas de energía, a los grandes tenedores de vivienda, a quienes se lucran con la situación. Nos hablan de escándalos de comisionistas, pero resulta que está por probar su ilegalidad. Los grandes negocios, sabido es, son legales.

Hay un devenir cleptocrático y criminal que está al orden del día. Viene de lejos. Tiene tradición. En la guerra, está en su propia naturaleza. En la política española, en la desatención a la salud mental y el aumento de suicidios, en los comisionistas del dinero de todxs que burlan la justicia.

No podemos con más. La gente que nos rodea y a la que queremos no puede con más. Va siendo hora de recuperar el anonimato para permitir el gesto. Igual que hizo la máscara de Guy Fawkes. La V de Vendetta es ahora la V de volver a ser más que un «yo».

Dejemos de contemplar nuestras caras en el espejo narcisista de las redes sociales. Volvamos a vernos en persona. Se acaban las mascarillas, hay toda una primavera por ganar.

Politiza tu depre…
Deja de lado tu ego…
Emprende el viaje…