Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

Oct

16

[ es ] [ NEM 7 ] ¿De qué vale?





El 15O lo ha conseguido: una primera movilización global contra un capitalismo que opera globalmente. Lo que el 15 de Febrero de 2003 marcó el fin de la ola de movilizaciones altermundialista, reabre ahora el horizonte de los posibles, a saber: un escenario de luchas a la altura de la crisis. La política de movimiento ha demostrado que es capaz de lo que no son capaces la política de partido, ni menos aún la política de notables. Plantar cara al G20 obligando al mainstream mediático a cambiar de marco interpretativo.

A pesar de todo, esta mañana, comentando las impresiones de la impresionante jornada de ayer, se ha verificado de nuevo una misma estructura argumental por la parte de los grandes medios. Hoy mismo, los dos grandes medios de la prensa neoliberal, El País y El Mundo, publican sendas encuestas sobre los posibles resultados electorales del 20N. A diferencia de otras ocasiones, las variantes de izquierda y derecha neoliberal no han intentado enfatizar sus diferencias con el objeto de mantener su particular espectáculo de la política. Antes bien, ambos han coincidido en reforzar con sus marcos interpretativos el relevo del PSOE por el PP al frente de mando.

La razón para esto viene a ahondar en un argumento que será habitual a quien lea estas páginas, a saber: la divisoria no discurre hoy entre izquierda y derecha, sino entre arriba y abajo (entre mando y cuerpo social), entre dentro y afuera (del parlamentarismo). Ante la crisis de la democracia liberal y de la representación política, el mando lo tiene claro: hay que favorecer un marco interpretativo de la desmovilización. Se trata de hacer que la gente no deduzca la posibilidad de cambio de su acción política, que no pueda leer el acontecimiento de ayer como alternativa a la situación existente. 

Sabido es, el neoliberalismo triunfa sobre la base de hacernos creer su máxima «there is no alternative«. Por eso se esgrime la impotencia a que conduce pensar la política en términos de la política de partido; por eso interesa que la lectura del 15O se realice, estrictamente, en la clave del escenario electoral del 20N; por eso mismo, en fin, no se quiere que se comprenda el alcance global de lo sucedido, la reapertura del horizonte político, la vuelta a la posibilidad de elegir que, de manera tan insidiosa como persistente, se promueve desde el mando a fin de conjurar la potencia de la democracia.


Y es que la democracia se encuentra en la base de la contradicción que el mando capitalista no puede aceptar. La democracia es una procedimentalidad que se despliega en lo absoluto, no conoce límites si el demos participa sin mediación. Durante siglos el proyecto liberal, primero, y neoliberal, hoy, se ha intentado domesticar en vano la democracia. Primero, así el liberalismo en sus orígenes, por medio de la democracia liberal; más tarde, así hoy bajo el mando neoliberal, por medio de una democracia limitada, una democracia institucionalmente encauzada por medio de la delegación (que no la representación, ya que «no nos representan») hacia la configuración de microdictaduras de cuatro años sin alternativas institucionales al alcance de lxs de abajo.


¿De verdad nada ha cambiado?


Recientemente, Amador Fernández-Savater publicaba en su blog de Público un diálogo agonístico entre dos amigos que se encuentran en una manifestación. Cada personaje ejemplifica dos posiciones que se corresponden, respectivamente, con dos alternativas ante el mando. La una, pesimista, que sólo aspira a leer lo que sucede en la gramática política al uso, en los términos de una eficacia que se debe medir en los términos del mando. La otra, optimista, que expone la posibilidad no ya de una opción alternativa, sino de muchas, esto es, de la recuperación de la política.


He aquí la clave para comprender lo que ha cambiado con el 15M y, más aún, con el 15O: ha cambiado el margen de acción política. Más aún, ha cambiado algo fundamental: los términos mismos en que se puede y debe desarrollar el debate público; los términos de una democracia real, y no de la ilusión (i-)representativa. Lo que hoy se ofrece, tras el 15M y el 15O a la ciudadanía no es saber si se puede cambiar de gobierno el 20N, sino si se puede o no recuperar la posibilidad de hacer política. 


Sin embargo, conviene igualmente conjurarse contra el gramsciano optimismo de la voluntad o, como decían los sofistas griegos, contra la pleonexia (la ambición desmesurada) y la asfaleia (el exceso de confianza). En rigor, dado el carácter constituyente de la deliberación en curso, todo depende de la voluntad de cada cual: a un lado se situarán quienes quieran o puedan leer el 15O como una expresión de impotencia política, como la imposibilidad de cambiar nada dado que la única posibilidad de cambiar algo pasa, obligatoriamente, por la aceptación del orden existente. Quienes así procedan se identificarán claramente con el marco interpretativo de los mass media, leerán el 15O exclusivamente en los términos de su captura en los márgenes institucionales de la democracia liberal y, por tanto, en los términos fatalistas y desesperanzadores de los resultados electorales del 20N.


En oposición a esta lectura, existe, sin embargo, la que ya ha conseguido, de hecho, plantear la movilización ciudadana. Desde esta perspectiva, inscrita en la recuperación de la política como la posibilidad de elección, la alternativa no pasa por medir el 15O en los términos de su eficacia electoral, esto es, en los márgenes del marco interpretativo que lee la política de notables y partidos en su formulación liberal como la única política posible. Frente a la premura de lo inmediato con que el marco interpretativo del mando apremia al ciudadano (procediendo en buena lógica con las formas intimidatorias del capital), la política de movimiento propone hoy una relectura de la situación que reformula los términos en que se produce hoy el diagnóstico de la crisis.

Dos opciones antagónicas


Por expresarlo de otro modo, la disyuntiva hoy radica entre dos opciones antagónicas: o bien pensamos en cómo gestionar la crisis en los términos heterónomos que prefigura la propia lógica capitalista, o bien nos situamos autónomanente en la cruda realidad de un sistema excluyente que aspira a que el 99% pague los desmanes, tan a menudo ilegales (incluso en la limitada lógica de una normatividad liberal), del 1%. A un lado, la impotencia de aceptar un resultado anunciado: el PP con su mayoría absolutísima, un PSOE que tardará una década como mínimo en recomponerse y, por consiguiente, un sinfín de recortes sociales que, progresivamente nos situarán en un escenario de agudización creciente de los males que ya hoy nos apremian. 

Al otro lado, la potencia de la política, la posibilidad de escoger otro camino para el cual las políticas neoliberales son ya un hecho al medio plazo (y por ello mismo tan inevitables como frenarlas votando al PSOE o al PP) y que, por esto mismo, llama a la recuperación de la soberanía perdida, a su redefinición en un marco global, a la producción de otras instituciones que permitan a la ciudadanía recuperar el control sobre los procesos de decisión que implementan las políticas públicas, sobre los actores que deciden tales políticas, etc. Se trata de tomar consciencia del calado de la crisis de lo político, de comprender que esta no se limita al agotamiento del proyecto político del partido socialista bajo el liderazgo de Zapatero o a su perfecta indefinición bajo el aura gris de Rubalcaba. 

A tal fin es preciso elegir entre la opción de la impotencia que prefigura el pensamiento único, la prensa maistream, y la alternativa que ya ofrece el movimiento como la opción de pensar en otros términos: en los términos de la producción de una nueva institucionalidad democrática que permita recuperar el control político de la economía, no ya por las agencias estatales que históricamente nos han demostrado estar al servicio del mando sino de las nuevas instituciones del común, de la res publica y el gobierno de la gente. 

La disyuntiva se agudiza cada vez más entre quienes querrán leer el 15O, de acuerdo con el mando, como una expresión política de impotencia ante la eventual victoria del PP y quienes preferimos optar por seguir en los procesos de lucha cotidianos por la supervivencia de lxs de abajo. No queremos optar por una variante de derechas u otra de izquierdas; ni siquiera ya por una de izquierda más a la izquierda que se ha demostrado una estrategia inútil en nuestra experiencia cotidiana del poder y sus abusos. Queremos optar por un cambio de régimen, por un proceso constituyente, por la restitución del derecho a decidir sobre lo que nos toca. 

Ya es tarde para la reforma de lo que conocemos. Toca el cambio; un cambio que se tiene que producir desde abajo y desde afuera, no desde arriba a la izquierda. existen las herramientas y no nos faltan en la economía cooperativa, en la política de movimiento, en nuestro propio universo cotidiano las opciones para profundizar en la organización de la autonomía. No es una utopía, es la realidad de quienes somos diariamente expulsados de los servicios públicos, despojados del fruto de nuestro trabajo, desalojados de nuestras casas. No se trata de una opción electoral, sino vital: la de permanencer siendo guiado por las reglas heterónomas del capitalismo o la de optar por la autonomía del antagonismo con el mando y el agonismo con los iguales. El 15O ofrece esta opción, pero la validez de una lectura como la que ofrece esete acontecimiento sólo radica en la opción que prefieras. 

¿Y tú qué eliges?