Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

May

24

Meritocracia y discurso


versión 0.1Estos días las redes se han agitado por el speech de Lilith Vestrynge sobre la meritocracia. Su argumento es difícilmente rebatible y ya ha habido, de hecho, estudios importantes que demuestran que el mérito no es, ni de lejos, la manera en que se progresa socialmente y se adquiere calidad de vida en España.

El problema en el discurso de Lilith Vestrynge es otro. No se encuentra en la validez normativa o de literalidad que revisten sus palabras (en el texto), sino en lo impostación que supone emitirlas desde su locus de enunciación (en la pragmática o contexto). El mismo argumentario en boca, pongamos por caso, de un antiguo compañero de legislatura como es Diego Cañamero, tendría seguramente efectos opuestos en la infoesfera (muy en especial en aquel espacio comunicativo donde trasciende el speech, como son las redes sociales).

Visto lo visto, no estaría de más que las organizaciones políticas que quieren articular un espacio amplio y transversal tomasen buena nota de esta «anécdota» y lo que desvela a la hora de producir su discurso. Uno de los riesgos que afronta la generación más joven que se ha implicado en política tras la irrupción de Podemos en 2014 es la tendencia a confundir la comunicación política con la reproducción de argumentarios, a menudo prefabricados o copiados de las ocurrencias de analistas, tertulianos e influencers. En esta ocasión se puede observar sin grandes dificultades.

Y es que antes de emitir un discurso «cualquiera» lo menos sería esperar que tanto emisor/a como el lugar de enunciación en su conjunto no se dejen por el camino la labor básica de remitirse al plano de consistencia, esto es, al conjunto de condiciones ilocucionarias en las que adquiere significado pleno para el público, en general, y el target al que se destina, en particular. De no ser así, se estará difundiendo la ambivalencia en la que más adelante arraigará la réplica reaccionaria del contramovimiento.

A diferencia del discurso liberal, en un discurso democrático emancipatorio «de parte» (Partei), cualquiera puede ser emisor de un mensaje. De lo contrario no sería democrático. Esto es algo que, por cierto, otros movimientos anteriores compusieron de manera tan potente como aquel EZLN en el que todos eran Marcos. Pero por esto mismo, el “cualquiera” de un proyecto de emancipación no se articula como un “cualquiera” abstracto, impersonal y universal; como un «hombre sin atributos» (aquel primer cartel de Albert Rivera).

Un «cualquiera de parte» es siempre un cualquiera «de lxs nuestrxs», dicho sea en toda su complejidad y variabilidad según el momento de enunciación. Esto es clave y se ve a la perfección en el feminismo como movimiento emancipador que es. Ahí seguramente Lilith se encontraría en mejores condiciones que Cañamero (dicho sea a los estrictos efectos de ilustrar el argumento).

La idea de que alguien «cualquiera» puede ser un/a emisor/a válido en todo momento y lugar de cualquier argumentario es una falacia que se paga cara en momentos de reflujo como los actuales. Basta con echar un ojo a las redes y observar cómo se han polarizado el debate en torno a la cuestión. No se trata de privar a nadie de participar ni de liderar, vaya por delante. Se trata de articular bien el discurso desde el análisis de la composición social y sus condiciones ilocucionarias.

Post scriptum
Por cierto, al hilo de todo esto, un apunte algo tangencial, pero de gran valor teórico: el ensayo de Giorgio Agamben sobre la singularidad cualquiera intitulado La comunità che viene.