Raimundo Viejo Viñas

Profesor, autor, traductor, editor, ciudadano activo y mucho más.

May

28

[ es ] [ NEM 3 ] Agonismo y antagonismo


(aviso a navegantes: texto experimental, muy elevado en la escala de abstracción)

Versión 0.1

Foto de Samuel Rodríguez Aguilar
Tras el éxito del viernes recuperando la plaza y la victoria del Barça en la madrugada de hoy, los interrogantes de los últimos días vuelven a dibujarse en el horizonte inmediato: ¿Y ahora qué? ¿Cómo seguir? ¿Cómo ir más allá de las acampadas una vez que se ha demostrado que sólo a la multitud corresponde decidir cuándo y cómo se organiza el ágora? ¿Cómo no dejarse arrastrar por una deriva centrípeta, autorreferencial, de la asamblea? ¿Cómo seguir ampliando las bases sociales implicadas en el movimiento? ¿Cómo conseguir que no colapse por falta de objetivos (o por exceso de los mismos)?
En esta segunda semana el movimiento ha demostrado saber imponer sus ritmos, su agenda, reabrir la ventana de oportunidad mediática de manera disruptiva, pero acertando a un tiempo con la gestión de la violencia. ¡Qué gran lección de política del movimiento!

El éxito en hacer frente a las cargas policiales del viernes y el logro no menos importante de proteger la plaza durante la celebración de la victoria del Barça, demuestran que el movimiento prosigue imparable. Estos aciertos tácticos ha permitido abrir un margen de acción estratégico que no se debería desaprovechar. A estas alturas sólo desde el sectarismo partidista, desde la opinión malintencionada o desde un pesimismo infundado de raíces psicopatológicas puede cuestionarse la capacidad del intelecto colectivo de la multitud para pensar, organizar y llevar a cabo aquello que se proponga.

De lo legítimo a lo político
El arranque de todo ciclo de movilizaciones es siempre una pugna por la legitimidad. En este terreno ya hemos superado esta primera fase. Y lo que es mejor: lo hemos hecho asegurándonos el triunfo para la siguiente: instituir una procedimentalidad que genera legitimidad de forma autónoma.

Nos encontramos, pues, en un nivel radicalmente diferente: ahora, ante la multitud es el mando el que debe justificarse y no al revés. Tras el error sin paliativos del viernes, el conseller de Interior está a la defensiva. Rubalcaba, más atento a no caer en la impopularidad que otra cosa, espera que Sol se disuelva. En buena lógica con la estructura centralizada del mando, confía que con ello el resto de plazas siga el ejemplo del «kilómetro 0».

Sea como sea, lo más importante es que el mando está a la defensiva, se siente obligado a rendir cuentas, incluso si es de una manera fariseica, como no podría ser de otro modo en un contexto democrático liberal. Del lado del movimiento cae hoy el éxito absoluto de quien reivindica democratizar una democracia incompleta (Tilly), una democracia defectuosa (Merkel), una democracia demediada (Fernández-Buey). 

La lucha por la legitimidad, unida a la capacidad para marcar la agenda y situar en la esfera pública la cuestión democrática es un logro que suscita, sin embargo, otras cuestiones sobre las que pronto los medios interrogarán al movimiento: ¿qué propuestas? ¿cómo implementarlas? ¿desde qué ámbitos organizativos? ¿por medio de qué interlocución? Los discursos que se leen estos días en la infoesfera más inteligente (en aquella que escapa de los tópicos mediáticos) permanecen todavía demasiado oscuros, demasiado cerca de la proclama y demasiado lejos de una praxis cognitiva posible del movimiento como para poder llevar adelante una estrategia de éxito.
Nos sobra programa
La programática no es el problema del movimiento. Por más que un sinfín de comisiones y subcomisiones se embarquen ahora en elaborar un auténtico programa de gobierno, el hecho es que este programa existe y sería implementable sin demasiadas dificultades, incluso de manera progresiva, sin necesidad del cambio inmediato de sistema. Bastaría con que el agonismo de las plazas y sus proliferantes procesos deliberativos se combinasen acertadamente con una estrategia antagonista que no perdiese de vista el origen desobediente de la política del movimiento; vale decir, su carácter constituyente.
Sin problemas, pues, con la programática. Más aún, podemos adelantar ya que los dispositivos de captura de la democracia representativa no tardarán en hacerse eco de esta misma programática: mutilada, cercenada, domesticada, pero en cualquier caso traducida a la lógica del gobierno representativo. Y es que desde le movimiento se ha avanzado en la última década un programa alternativo al de la izquierda clásica, welfarista y gestionaria. 
A poco que se conozca el mundo activista no resultará difícil identificar propuestas como el decrecimiento, la renta básica, la desgeneración, el copyleft, etc, etc… La lista se haría enorme y, como es evidente, aunque no faltarán en las asambleas quienes se opongan a las propuestas de cualquier listado eventual que ahora pudiésemos formular; aunque las propias asambleas no alcancen, en su deliberación inmeadiata, a estructurar una propuesta congruente y se conformen con elevar, bajo su repertorio expresivo, un cahier de condoléances o cuaderno de quejas de la multitud (la deliberación en el marco procedimental de la democracia absoluta es lo que tiene), el hecho es que nos encontramos ante un desarrollo matricial alternativo el cual, antes que después, podrá acabar de efectivo por medio de la política del movimiento.
No vamos mal de organización…
Aunque falten muchas cosas, la potencia desplegada estos días en las plazas, el trabajo precedente en la red, el que se realiza ahora, el que vendrá…; todo evidencia que la capacidad autoorganizativa es más que suficiente para seguir adelante. Especialmente en la medida en que ciertas redes oportunistas que participan en el proceso únicamente guiadas por la finalidad de extraer rendimientos a su agotamiento no alcanzan a ser esa masa crítica que pueda colapsar la creatividad organizativa de la multitud. Las medidas adoptadas tras la carga de los mossos, la insistencia en la desterritorialización en la red de los procesos de definición estratégica intrínsecos a la plaza y aún otras medidas apuntan a un acierto organizativo que resuelve exigencias tácticas inmediatas.
No obstante, también queda pendiente la conceptualización y efectuación subsiguiente de un modelo organizativo capaz de comprender la dinámica que está en marcha. Con resolver muchas de las cuestiones que se plantean, el repertorio asambleario con sus comisiones y subcomisiones, arriesga a poner en peligro el progreso del movimiento a manos de una ralentización deliberativa interminable que bien podría acabar de repente por acción de un golpe de efecto de las fuerzas del orden. Esta debería ser una lección que no se debería perder de vista tras los acontecimientos de ayer. Los ojos del Leviathan no cesan de observar con la mayor atención cuanto ocurre en la plaza.
…pero necesitamos un modelo integrador de agonismo y antagonismo
El riesgo de confundir la esfera del ágora con la esfera pública de la democracia realmente existente es hoy un peligro demasiado grande como para no llamar la atención sobre él. No hemos cambiado de régimen, no hemos ni tan siquiera ganado un cambio en el diseño institucional que nos confiera un respiro. Por más que el repertorio modular de la asamblea nos asegure un margen deliberativo, no deberíamos perder de vista que éste sólo es real en la medida en que el movimiento se sostiene sobre una estrategia antagonista con el mando. Dicho de manera más sintética: antagonismo para con el mando, agonismo dentro de la plaza.
La lección de la jornada de ayer que todavía ha de explicitar(se) la multitud congregada en la plaza pública es que no hay deliberación sin desobediencia y que a pesar del empoderamiento y el éxito movilizador, el riesgo de caer en la habitual estrategia de la tensión és más que evidente. Cierto es, todo hay que decirlo, que este ciclo está rebasando todas las expectativas de intervención del intelecto colectivo. Sin embargo, no parece muy acertado considerar que en apenas un par de semanas hayamos podido asegurarnos la continuidad de los procesos deliberativos. La mejor prueba es que seguimos siendo perfectamente conscientes de que nuestro peor enemigo no es el Leviathan, sino el agotamiento en el tiempo de la potencia acumulada.
Así las cosas, todo apunta a que en lo inmediato se debe ir interviniendo y pensando una definición estratégica que, sin renunciar a la desobediencia como motor de la movilización, considere en todo momento el mantenimiento y extensión de los espacios deliberativos como herramienta fundamental del proceso de subjetivación antagonista. De esta suerte, la desobediencia conduce a la deliberación y ésta ha de sostener a su vez la acción desobediente sin dejar poe ello de ampliarse e institucionalizarse como ágora. Antagonismo para el Leviathan y agonismo para la multitud han de ser las dos dinámicas complementarias de un mismo movimiento. 
Pero si la dinámica agonística no debe obstaculizar la dinámica antagonista, ésta última tampoco debe impedir la primera. El riesgo correlativo al del agonismo sin antagonismo es el del antagonismo sin agonismo; esto es, el activismo por el activismo. Aquí es preciso proteger la deliberación de la desobediencia y alcanzar el nivel de reflexión que permita madurar y alumbrar las instituciones del movimiento. De nada vale la victoria del enjambre en el terreno antagonista frente al Leviathan si finalmente es incapaz de migrar cuando llegue el invierno.
La estrategia diádica del agonismo antagonista y del antagonismo agonístico
Llegados a este punto, la cuestión estratégica clave es cómo organizar el despliegue de toda la potencia política de la multitud en el marco de un agonismo antagonista y un antagonismo agonístico. Está claro que se ha de intentar no caer en la trampa de la territorialidad (de la defensa de la plaza como un fin en sí mismo). Las lecciones que en los pasados años hemos extraído de las zonas autónomas temporales deberían ser ahora útiles al movimiento, evitando caer en las trampas territoriales del mando.
Resulta igualmente evidente que no se puede permitir que el movimiento se diluya en los barrios si estos no está articulados como red por medio de un principio federal. Por si esto no fuera lo suficientemente complejo en sí mismo, las asimetrías de los procesos que se trazan en el espacio metropolitano no deberían entorpecer los desarrollos singulares de los constituyentes (los nodos federados que son las asambleas barriales). El deseo simetrizador que puede acompañar a las ideologías del centralismo siguen siendo uno de los mayores riesgos que acompaña la existencia de campañas centrales. Por el contrario, reconocer el carácter magmático de los procesos constituyentes nos lleva a reconceptualizar el valor de los focos de desobediencia que en cada momento se pueden dar (así Barcelona cogiendo el relevo a Madrid para relanzar el movimiento a la espera de que otro nodo haga lo propio con Barcelona).
Con todo, no es menos importante estructurar la red emergente por medio de cambios repertoriales que, siempre en el discutible horizonte de la táctica desobediente (en el antagonismo agonístico), logre realizar el progreso de una deliberación inscrita en los márgenes del contencioso con el mando (el agonismo antagonista). Dicho de otro modo: el progreso del ciclo de movilizaciones y, por ende, el propio avance del movimiento, depende en última instancia de evitar la reificación de las acampadas, su recuperación por los dispositivos de captura de subjetividad propios de la democracia representativa y su estructuración como una mecánica de la reiteración repertorial. 
Por el contrario, la innovación táctica permanente, la rekombinación repertorial o la acertada producción discursiva resultante del agonismo antagonista constituyen hoy las opciones más acertada sobre las que organizar una estrategia autónoma. Es por todo ello que del repertorio de la asamblea y la acampada se debería pasar a formas exodantes, nómadas, que sigan manteniendo viva la desobediencia que impulsa el movimiento. El anuncio del fin de las acampadas, ligado a las convocatorias de confrontaciones contenciosas con el poder soberano, siempre acompañadas por la posibilidad de re-territorialización en ágoras contingentes, efímeras y proliferantes verifica hoy la actualización de la potencia de la multitud. La inteligencia colectiva se está demostrando, una vez más, la clave del éxito.